domingo, 24 de octubre de 2010

15000 PRIMAVERAS (II)

El desfile de la mañana arrojó, en el puntaje provisorio, un empate en la primera posición entre el carro de sexto biológico y el de quinto humanístico, el que había sido reparado y soldado en la calle río Negro antes de la partida. Ya en la tarde no cabía un alfiler en la península. Ahí se desarrollo un espectáculo artístico que pasó sin pena ni gloria luego el desfile de aspirantes a reina de la primavera y su séquito. Se destacó por el nerviosismo de las bellezas, el orgullo contenido de los padres y el aliento de los compañeros de clase. Mientras tanto en los galpones se instalaban sobre las carrozas alegóricas, las luces y el equipo generador, se chequearon conexiones. A las 20 horas y monedas dio comienzo el desfile nocturno desde plaza Artigas.
Esta nueva propuesta fue todo un acierto. Si la memoria no me falla hasta bien entrada la década del 70 no era obligatorio tomar parte de esta instancia, no se calificaba y resultaba un mero trámite recorrer calle Asencio hacia el Liceo Taruselli para conocer el resultado final. Luego al puntuarse la iluminación, la motivación fue otra y creo que la fiesta tuvo ahí un punto de inflexión positivo. Ganó en brillo el espectáculo y por lo general es cuando mas espectadores de localidades vecinas asisten.
Y aquellos dos carros en pugna se volvieron a sacar chispas, las respectivas coreografías lucieron mas ajustadas, mas desenvueltos estuvieron los bailarines y se pudo apreciar mejor los detalles de la escenografía. El público con aplausos hizo notar su aprobación.
Al llegar frente al liceo es cuando el desfile se vuelve más lento. El tubo humano afina el pasaje, entorpece la representación, hay que detener la marcha para hacer descender la princesa y cumplido el trámite, los chicos se agolpan en torno al escenario oficial. El carro más rápido que volando vuelve a su galpón, total si se rompe no hay problema. Los tramos fueron cubiertos y eso es lo que vale.
Radio San Salvador transmitía en directo, el conductor era Franklin Bonifacio, se lo notaba exultante cuando la voz de Mario Sergio Camacho, el locutor histórico de los fallos hizo escuchar su célebre: “en la ciudad de Dolores a los... “. Se convertía en el momento de mayor tensión.
Don Carlos tenía su corazón puesto en dos carros, sentado en la cocina de su casa, atendía la radio mientras cenaba el cordero asado, restos del mediodía, que a esa altura sabían a gloria. Cuando siente el veredicto exclamó: Madre tendremos problemas.
A los pocos minutos un portazo casi arranca el zaguán del marco y el hijo mayor entró gritando: “Si no le hubiéramos soldado el carro a los de quinto no hubieran desfilado, hubieran perdido, son unos patrinqueros, nos ganaron por nada. Pero no, nosotros los ayudamos y para colmo me tomaban el pelo, justo a mí, que los auxilié. Es una porquería lo que hicieron, hasta Berto Frache los ayudó. No se puede creer”.
La situación era tirante, una palabra a destiempo podía desencadenar mayor enojo por lo que el Padre no se inmutó, la experiencia es sabia consejera. Doña Lila jugó bien su papel, sirvió la comida y preguntó si más tarde irían al baile. Si, vamos, pero tengo una calentura, refunfuñó su primogénito. Claro, ese mal humor no le había quitado el apetito y fue en ese instante que se oye la voz del padre, el tan esperado comentario. “Carlitos te quiero felicitar, salieron primeros en tu categoría, estamos muy contentos y perdieron el Gran Premio en manos del carro de quinto, un gran carro. Cuando se rompió yo te di la orden de que vos y tu hermano me ayudaran a soldar el eje, y lo hicieron bien. Ahí no era un carro rival, acá se ayuda a todo el mundo, no hay enemigos. Son vecinos, los mismos compañeros con los cuales ahora van a ir a bailar, con el cual juegas al futbol. Si, te ganaron, por que un jurado así lo determino pero en la vida se pierde y se gana. Y para esto ultimo hay que mañana volver a trabajar”.
Fue sublime, de lo mejor que me ha pasado en la vida. Sucedió en una Fiesta de la Primavera de Dolores, donde conviven la derrota y el triunfo. Seguro hay 15000 historias más. Yo conté la mía. Perdí con un carro del cual no me acuerdo ni como era, gané para siempre una inmensa lección de vida. Continuara.

Publicado en el Semanario Entrega 2000 en la columna Las Recetas de Marcos Ruella el 15 de octubre de 2010.Fotos gentileza de Mario Ferreira Organización Publicitaria http://www.mfop.net/ Las mismas fueron tomadas en la edición numero 50 de la Fiesta Nacional de la Primavera, desarrollada en Dolores, dpto de Soriano el día 10 de octubre de 2010.


viernes, 15 de octubre de 2010

15000 PRIMAVERAS

Eran las 7 de la mañana y Don Carlos tenía en la mesa del patio un fenomenal cordero, comprado a Luis Bianchi, un productor rural amigo de la zona del Camino del Medio. Lo adobaba. Preparaba un mejunje con sal, mucho ajo más vinagre y cubría todo el bicho, especialmente cuartos y paletas. Sus dos hijos mayores, dormían, se habían acostado una hora antes, por que estuvieron de baile en el Club Unión con Mamma Mia, un clásico sabatino. La mañana estaba fresquita y los carros comenzaban de a poco a salir de las barracas situadas cerca del río hacia el Estadio Cerrado, lugar de partida del desfile matinal de la Fiesta de la Primavera de Dolores.
De repente todo se alborotó, un timbre alertó la morada, afuera gritos nerviosos y el clamor desesperado de un padre. ¡¡¡Se nos rompió el eje de la carroza, estamos a media cuadra!!! ¿No podrá soldarlo? Era la política del herrero, dueño de casa, no involucrase en el armado de ningún carro, a pesar de que los hijos tenían los suyos, ya que los clientes se podrían llegar a molestar por un eventual favoritismo pero la ocasión quedaba fuera de aquellos principios. Era una emergencia, carro y clase, principales actores y había que dar una mano.
¡Levántense! hay que ayudar, les ordeno a los hijos mal dormidos. Así los tres, sacaron del taller la eléctrica y otras herramientas y la llevaron por Río Negro hacia Varela. El escenario era desolador, algunas chicas lloraban, una madre rogaba por un milagro y de la familia Buscio apareció otra ayuda; ahí se enchufo el alargue que dio energía a la soldadora. Ah! me olvidaba, el vecino de enfrente, el camionero se arrimó con un extinguidor, no fuera a ser que una chispa detonara un desastre arruinando mucho y hermoso trabajo. En un acto reflejo don Carlos se puso su delantal de cuero de cerdo, el que le repelía las chispas del electrodo, se tiró bajo el carro, puso un gato, levantó la plataforma y gritó, ¡maquina!. Señal clara de cerrar el circuito eléctrico. El humo delataba fuego, eso era metal fundido y un eje volvía a soportar peso, se lograba el movimiento, recobraba vida. La alegoría por fin continuó su marcha. Luego don Buscio comento: está bueno el carro aunque hablan de un sexto que tiene uno para Gran Premio ¿es el de su hijo Don Carlos?
El artesano volvió al taller, ordenó las herramientas y encendió la radio, ya estaban transmitiendo. Tranquilo y para que fuera haciendo brasas prendió la parrilla, agarró el mate y con doña Lila se fueron hacia calle Artigas. Le gustaba tener una primera visión del desfile no bien este arrancaba. Luego se corría a su hogar y en la vereda, ubicaban muchas sillas. Se sentarían propios y extraños, estoy hablando de Puig, por donde bajaba la procesión.
La caravana en aquel entonces era lenta, entrecortada y era encabezada por el carro de la Reina y su séquito, lo manejaba el Pelo Tregarthen. A continuación las bandas musicales y los móviles radiales. En el de Difusora Soriano, Barbitta era la mesura del relato, en radio San Salvador el paroxismo al micrófono a cargo del Pelado Andriolo.
Después de eso los carros. Son plataformas impulsadas por tractores, donde se monta la escenografía en una temática asociada a la estación de las flores. En esa base, se sitúa la princesa, elegida como aspirante al soberano cargo de belleza del concurso. Sus compañeros de clase en tanto, ataviados acorde a la ocasión desarrollan alrededor una coreografía a tono. Entre el pasaje de estas expresiones, hay tiempo suficiente para que el herrero se corra al parrillero y arrime brasas al ovino.
A pesar de ser el segundo fin de semana de octubre, el calor se hace sentir en ese mediodía, lo sufre especialmente la estudiantina. Es el turno del barrio, cuando el agua fría solidaria de los vecinos aplaca la transpiración de los actores.
La primera parte concluye en la Península, mucha gente se traslada hacia ese destino. Puig comienza a quedar sin espectadores y en aquella casa, la del artesano, doña Lila aliña las ensaladas cuando llegan los parientes que habían observado la celebración instalados en la Plaza principal. Con el saludo sale la primera ronda de chorizos picados. Habrá tiempo para disfrutar de otras menudencias, mientras se comenta el nivel del espectáculo callejero. Luego a la hora de la mesa se dispondrá del cordero, ofrenda del encuentro, más sus guarniciones y de postre, ensalada de fruta. Y que nunca falte, el vino, para brindar por presentes, por ausentes y por la gloria de la Fiesta de la Primavera, que congrega, une, alegra y muestra mucho, de lo mejor de todo un pueblo.
Yo lo viví, nadie me lo contó.

Publicado en el Semanario Entrega 2000 en la columna Las Recetas de Marcos Ruella el 8 de octubre de 2010.
Fotos gentileza de Mario Ferreira Organización Publicitaria http://www.mfop.net/ Las mismas fueron tomadas en la edición numero 50 de la Fiesta Nacional de la Primavera, desarrollada en Dolores, dpto de Soriano el día 10 de octubre de 2010.





ALGO MAS SOBRE MAUA….

El texto que en su momento expuse contenía errores, imputables a mi apuro. En función de eso corrijo y amplío. Quien aparece en la reproducción es el antropólogo Jose Maria Montero, catando aceite de oliva Maua en el año 2006. Dicha botella fue adquirida por el Lic Alvaro Mones en el año 1966. Su valor radica en el buen estado del aceite al momento de su degustación y conocer una de las etiquetas y envase que utilizó la firma citada. La foto fue suministrada por el Lic Raul Montero. Pido disculpas a los involucrados por el desliz sucedido.