viernes, 25 de marzo de 2016

HIGOS A LA PARRILLA


   ¿Qué guarnición lleva el asado? De alguna manera en Uruguay lo que acompaña la carne es secundario, porque la sacrosanta vaca nacional luego de faenada  y puesta a la parrilla en el punto de cocción del consumidor, expresa su excelente valía. Entonces solo le faltaría sal, pan y vino o cerveza. Ya con un toque de pimienta negra molida es gloria bendita.  A lo sumo una ensalada de tomate y lechuga, algunos le suman cebolla y no mucho más.
   Por su parte el pollo asado es casi un clásico acompañarlo de ensalada rusa, la que contiene papa, zanahoria y arvejas cocidas aderezadas con mayonesa.
   Cuidado esto no quiere decir que la huerta nacional no dispone de buena materia prima, la hay y a la altura de los cortes cárnicos pero…
  Si bien estoy de acuerdo, que menos es más, no me conformo y hoy viernes puse manos a la obra para homenajear a mis invitados con estos HIGOS A LA PARRILLA.
Ingredientes: higos, queso azul (roquefort o similar), fetas de panceta ahumada, mondadientes.

Preparación: corte al medio los higos por su eje mayor. Deposite en el centro de la fruta trozos del queso seleccionado. Una las mitades, las recompone y las envuelve con una feta de panceta ahumada. Con un mondadiente sostenga toda la pieza. Y los lleva a la parrilla a cocción lenta con poca brasa. Cada tanto los rota. Luego que la panceta se desgrase (como todo, a gusto) pues está pronto.  




CONFIESO HE PECADO


   Por este manifiesto y para que se consigne, declaro con solemnidad y con mucho regocijo, he pecado. No es para el aplauso mucho menos para el monumento, ha sido un placer faltar a la norma. 
  Con esto, no se crea nadie que he renegado de mis  pocas creencias religiosas, las cuales me fueron inculcadas con muchísima paciencia por parte de las hermanas de la Compañía Santa Teresa de Jesús, con el aval doctrinario del recordado y querido padre Teodoro Waller, por si esto fuera poco hizo también lo suyo el poder coercitivo de las sabias palabras de mis Padres: sino le haces caso al Cura y a las Hermanitas, no vas al campito.
    Es el Viernes Santo tiempo de abstinencia de carne, fecha indicada por conciencia y por norma establecida en el Código de Derecho Canónico; esta compilación legislativa obliga a dar fiel observancia de lo establecido y no deja lugar a dudas, la cual me abarca en todo los sentidos. Actúa como agravante en mi causa, el conocimiento de la temática que nos ocupa, el alcance del precepto y las consecuencias al desviar mi conducta; constan en mi legajo el haber escrito en este Semanario hace muy poco una serie sobre la gastronomía relacionada al tiempo cuaresmal.
   Como peregrinos transitamos en este mundo en busca de un mejor ideal y por aquello de que el camino al cielo esta plagado de piedras, fui puesto a prueba. El diablo tiene su poder, se mimetiza en otros seres, busca engañar a incautos o no. En mi caso, el cordero deshuesado puesto en la heladera era una prueba. Así me fue.
   En los descargos digo, el hijo de la oveja fue bien alimentado merced a la pradera nacional, es seguro tuvo una vida feliz, sin mayores distancias que recorrer, su fibra muscular era delicada, fue ofrecido en sacrificio al frigorífico San Jacinto quienes lo   manejaron con profesionalidad, lo deshuesaron con maestría y llegó a mis manos gracias a la bondad de una firma amiga. Débil es uno y aunque mi conocimiento auscultó el bien y el mal, se inclinó por este último.
   Llevó descongelar la pieza en la heladera algo más de 24 horas y una vez completo este trabajo, abrí el trozo, le hice otros cortes para facilitar aun más el despliegue proteíco. En una sartén con aceite de oliva doré a fuego suave, dos cebollas medianas cortadas en finas láminas, una vez alcanzado el punto dorado, se  reservaron mientras se enfriaba. La carne fue salada y pimentada con mimo. Fue cubierta por 200 gramos de fetas del mejor jamón lomito ahumado nacional, quedando esta sepultada por la capa de cebolla. Un trozo del autóctono queso Dambo se ubicó en el medio y con mucho cuidado se procedió a enrollar. Até con mucho hilo ese nuevo objeto, remedando su forma original, teniendo la precaución, el relleno debía quedar en el interior. Salpimenté la parte externa y en una parrilla con buena brasa se dispuso por dos horas y medias, con la cautela  de rotar lo preparado cada 15 minutos. Ya puesto a pecar, que no falte nada, ensaladas varias fueron sus guarniciones bendecidas por el aceite de oliva extra virgen. Como abreboca actuaron varias menudencias a las brasas de la sacrosanta vaca nacional, todo lo cual fue enlace a un excelente Cabernet Franc de la vid uruguaya. Ofrezco esta receta como prueba y he de advertir que la misma crea hábito, lleva a una gloria temporaria, es seguro se ganará el merecido: “aplauso para el asador”.
   Por lo expuesto, me reconozco pecador, he actuado con predeterminación y alevosía, y a la justa consideración de mis males me expongo. Como penitencia y para redimirme prometo volver a la causa del bien y solo cocinar recetas con bacalao los próximos viernes de Semana Santa, de cuya prueba aquí daré muestras. A  la benevolencia divina me entrego.
   Digo esto para que se publique y propale por la población, en conocimiento de las santas escrituras y de legislación concordante, bajo apercibimiento, en esta Villa y no Corte de la Muy Fiel y Reconquistadora Ciudad en los primeros días del mes de abril del año de nuestro Señor. He dicho.-

 Publicado en Semanario Entrega 2000, sección Las Recetas de Marcos Ruella en abril del 2007.