En aquel bar, la vieja radio a válvulas –para
peor mal sintonizada– transmite: “Vieja viola
garufera y vibradora / De mis años de parranda y copetín / (1). Fue la chispa
detonante. Aquel mediodía concurrido,
mientras unos elogian la voz oscura de Edmundo Rivero, a otra barra de parroquianos
se les dio por discutir: el copetín ¿se come o se bebe?
Si de
algo ayuda, el Diccionario del Español del Uruguay, a cargo de la Academia
Nacional de Letras, afirma que copetín (der. De copa)
m. urb. Es aperitivo y nos remite a picado; respecto a este término, sentencia
en su apartado 4, conjunto de bocados que se sirve como acompañamiento de una
bebida.
Sobre aperitivo, la Real Academia sostiene: 1. adj. Que sirve para
abrir el apetito. 3. m.
Bebida que se toma antes de una comida principal. 4. m. Comida que suele acompañar al aperitivo.
Por lo expuesto, no aclare que oscurece.
Otra pista. En el artículo Los Americanismos
de Florencio Sanchez sus autores Daniel Wogan y Americo Barabino (2), en 1948, explican: “Es de esperar que el presente estudio lexicográfico
del vocabulario de Sanchez facilitará no solo una más comprensiva apreciación
de sus obras, sino que también servirá, hasta cierto punto, para documentar un
sector pequeño, pero importante, del habla popular rioplatense. El vocabulario
de Sanchez refleja con toda fidelidad el lenguaje corriente de esta región a
fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX”.
Florencio Sanchez (1875 – 1910), en su obra La Pobre Gente, utiliza la expresión “y los
copetines”. Hace referencia a un vaso de licor.
La
gran influencia del italiano y sus dialectos en el idioma español se refleja en
un sinfín de palabras, muy propias y reconocibles. Eso nos lleva a buscar el
origen, por ahí, de muchos términos locales. Si nos ubicamos en el genovés cuppettim se traduce en “especie de
entremés vespertino”. La puntualización en cuanto señala un horario, desordena
aún más la disputa de los parroquianos.
Alguien manda otra vuelta; junto a las copas
se arriman unos platitos muy chicos, con papitas fritas, queso picantón en cubitos
chicos, salamín duro en rodajas y maníes salados y fritos. Un contertulio
exclama, en un ruego: “que llore”. Hace referencia cuando el cantinero, al
momento de servir, derrama dentro del vaso un poco más de la medida de bebida
por la cual se abona, una yapa.
Así estaba la cosa. Con respecto al punto
focal de atención, cada vez hay menos claridad en cuanto al alcance del vocablo
y su aplicación a lo cotidiano. A pesar de todo, el ambiente es alegre. Varias
ruedas sobre mediodía se auto convocan por distintos motivos y una sola cosa
los unifica. El copetín, más ese olor intenso de alcohol y humo de tabaco.
Justo apareció un cantor, no podía ser de otra manera. Sin pedir permiso, no
desentonó con: La clásica encordada de los grandes cantores /
deschavaron sus penas en sus piringundines, / volcando la milonga como un ramo
de flores / en medio de las broncas y de, los copetines // (3)
Y no quedó en eso, casi llorando, continuó: Un copetín, para brindar / Por la mujer
que más amé, / Por la que tanto he soñado / Brindaré por ella. / Todo pasó,
todo se fue / Hoy sólo son sombras de ayer, / Ya no tengo más remedio / Que
otro copetín beber. / ¿Dónde andará la Vasca? / Que fue la paica / Más derecha
que he tenido. / Porque siguió sin aflojar / Mi juventud que fue su amor. / El
recordar me apena, / Que ya los tiempos / No son más aquellos de antes. / Por
eso es que me emborracho, / A ver, ¡Che mozo! / Traiga otro copetín. // (4)
Notas: (1) Tango
Vieja Viola de Edmundo Rivero. (2) autores Daniel Wogan y Americo Barabino,
Revista Iberoamericana. (3) tango La Cortada de Carabelas, letra de Carlos de
la Púa. (4) Tango Un Copetín, letra de José Fernández y música de Juan Maglio.
Publicado, sin algunas correcciones, en el Semanario Entrega 2000, sección Las
Recetas de Marcos Ruella, el 16 de septiembre de 2016