RESACA QUE ME HICISTES MAL Y SIN EMBARGO TE QUIERO
Permítame antes de la columna, ya en el final del año, una reseña y
agradecimientos.
Con la presente nota, son 42, sobre la
cocina y su mundo, ofrecí información y opinión. Usted en definitiva es quien
valora el trabajo. Por todo eso es necesario varios reconocimientos.
El primer brindis por mi familia, lo más divino. Los que siempre están,
apoyan, aportan, critican y sugieren.
El segundo brindis: a toda la gente que hace esta radio. Al operador, a
los administrativos, dirección y demás compañeros al frente de los distintos
programas. Salud buena gente. Son imprescindibles.
Otra vuelta, muy especialmente la gratitud: a Milagros Herrera. Tuviste
la idea de este espacio y lo pusiste en práctica. Tocaste campana de salida, revoleé
el poncho, me acomodé en esto de salir al aire, fuiste mi apadrinadora y hoy
cierro la vuelta inicial. Nuevamente gracias por la motivación, el espacio y el
consejo. Si la audiencia y los anunciantes así lo quieren, vuelvo después de
las vacaciones.
El
tiempo para recuperarnos de muchos brindis. La resaca, ósea el exceso de
alcohol produce malestar y siempre culpamos a la última copa, no la del tango
cantado por el gran Carlitos Gardel cuyo motivo era amoroso. No, la postrera
brindando hace poquito, ayer quizás.
A
esta altura del año ya tenemos destilado en nuestro hígado, varios vasos de
espirituosas bebidas. Todo comenzó en octubre, con la excusa vana de hagamos
una despedida ahora porque después sobre fin de año se complica organizar un día
de festejo. No volvimos a encontrar en noviembre y también en diciembre, claro,
en el último mes, no hubo semana libre, estamos de turno.
Comidas de fin de años, con compañeros de trabajo, la barra del futbol,
los amigos de la pesca, los muchachos del depósito y la más contrapuesta la de
gimnasia. Todo el año nos matamos haciendo ejercicios de fuerza, cardio, de
agilidad, de coordinación para bajar kilos rebeldes y ganar calidad de vida; hasta
recibimos consejos de comida saludable que se desconocen en la cena de fin de
año donde devoramos hamburguesas con panceta, huevo frito, queso cheddar y
papas fritas enchumbadas en aceite y mucha bebida alcohólica. ¿Eso es la
reunión de un grupo de gente saludable?
La
idea es noble, juntarnos a despedir el año, brindar por lo alcanzado y anhelar
un futuro mejor, pero a medida que avanza diciembre, comprobamos una vez más: a
noches alegres mañanas tristes.
La resaca que en otras partes le dicen cruda, goma, guayabo, ratón,
chaqui o goya, su duración está determinada por dos cosas: la edad y que tan
tonto fuiste la noche anterior. Cuando eras un pibe, a los veinte años, es un
simple problema en tu día. Una lavada de cara, un café fuerte, mucho mate y pronto
a mediodía para jugar en la cancha. A los treinta, tu pareja la primera vez te
da ánimo, te consuela, a la décima te advierte la próxima dormís afuera. A los
cincuenta, intentas echarle la culpa al whisky, que es paraguayo y te das
cuenta, el padecimiento, que algo en tu anatomía cambió.
A lo sesenta necesitás tres días, con sus
noches, es un calvario. Sos la versión humana de un camión fundido. El radiador
no enfría, te hace ruido la amortiguación, la alineación horrible y el aceite
no lubrica. Para colmo el trasplante de hígado sale más caro que alimentar un
burro a galletitas.
Yo
entiendo que es súper canchera la frase de Frank Sinatra: “el alcohol puede ser
el peor enemigo del hombre, pero la Biblia dice que ames a tu enemigo”. Por
cierto, el excelente cantante vaya si obedeció a la biblia, en nuestra humanidad
es otra historia. La copa de alcohol de su agrado luego de ingresar al cuerpo sufrirá
una serie de procesos químicos, otra destilación más. El etanol se irá descomponiendo
en derivados eliminándose en forma de agua y otros subproductos y será el
hígado el que sufrirá las consecuencias de tan arduo trabajo.
Por si fuera poco, otro problema. Antes las resacas las padecía el
fiestero, estoicamente la familia hacia el aguante y el patrón soporta lo justo
y necesario. A lo sumo los compañeros te tomaban el pelo unos días. Hasta el “súbalo
ya”, o sea el sacar fotos o video e inmediatamente navegando en redes sociales.
Te quieres morir. No podés entender, subiste a esa mesa a bailar sin
camisa. En eso no hay vuelta atrás.
Mientras Facebook e Instagram sean rentables, tus malos tragos estarán para
regocijo de amigos y enemigos. O sea, las resacas de antes eran más sanas ahora
con las redes se sufre eternamente.
¿Y
cuál es la cura? Lamento decirlo: es igual a la Iglesia de Villa Soriano, 400
años de fundada y no tiene cura. La tradición oral divulga una serie de
remedios paliativos. Desde tomar leche, variados té de yuyos, comer fruta, café
negro y seguro más fórmulas.
El
alcohol es un diurético, lo que significa que te hace orinar más. Entonces en
la medida que recomponemos el balance con agua, tiempo y descanso, la mejor
medicina.
En mi caso, al levantarme me tomo un vaso
de agua y un jugo natural de naranja recién exprimido y me ayuda bastante.
Reitero, es mi caso. A muchísimas personas el jugo de naranja los irrita y les
causa otros problemas intestinales. Siempre digo: no soy ni medico ni
nutricionista. Casos severos de malestar deben ser consultados al profesional
correspondiente.
A
favor de nuestra calidad de vida, dos medidas más. En la fiesta entre trago y
trago de alcohol un buen sorbo de agua. Tengamos presente, en un servicio
formal en la mesa, hay varias copas, la más grande es para el agua. Por algo es
así.
Segundo: llegar a la reunión bien hidratado. Parece
obvio ¿cuantas veces llegamos a la reunión, a final de jornada, cansados, con
sed y de apurado nomas, nos mandamos el primer vaso que se nos cruzó? El cuerpo
asume que es un líquido, lo toma rápidamente pero no es agua y es el principio
del fin.
Ya
el maestro argentino Jaime Dávalos, autor de la letra en la Cueca del Arenal, entre
líneas dice que la sed no se apaga con vino.
Recordando
algún texto del escritor Camilo Jose Cela, se me ocurre, ninguna historia de
resaca tiene final feliz. Al no ponerle fin a tiempo, quizás la antesala fue dulce,
pero al final es cruel.
Le
deseo a usted y familia, que el 2024 sea bueno y dulce, salud sin resaca.
Columna emitida en el programa Abrazo País, CX
4 Radio Rural, el 30 de diciembre de 2023.