Falta una hora para medianoche, tengo apuro sería un grave error arribar tarde a la cita. En bicicleta, regalo de mis quince, aprovecho la bajada de la calle 18 de julio, el aventón extra ayuda alcanzar de manera más rápida el hogar del tío de Mamá. De cualquier manera puedo observar un extraño paisaje, raro, quizás psicodélico. La vía de transito esta oscura en la mayoría de su tramo, solo hay luz en las bocacalles a partir de un foco aéreo central pero descubro en cada residencia la intermitencia del arbolito de luz, esas fincas emanan un raro esplendor. Todas las moradas tienen abiertos sus zaguanes de par en par, asimismo las ventanas, no hay ahí descuido. Además de la temperatura ambiente, me supongo, quieren demostrar el dictado de su corazón. Plasmar el encuentro con la familia, con todos, nadie osaría violentar ese espíritu. No hay duda es Navidad.
Como es normal a esa altura del año, la jornada fue agobiante, por el calor y por la tarea. Los camiones, muchísimos, transitaron hacía las barracas ubicadas al norte del pueblo, para volcar el granel del trigo. También hay ahínco en el comercio, el reciente pago del aguinaldo inyectó movimiento a la actividad; se concreta en la adquisición de los insumos para la cena festiva. Ese género fue cargado por apresuradas amas de casas en muchos casos con la ayuda de los hijos. Por eso no hay mucha charla entre vecinas, solo quizás la pausa para una puntual consulta o para asegurar el dato de una receta. Diría que hay hasta cierta excitación, como le sucede a mi madre cuando pone manos a la masa para preparar el pan dulce, un institucional. Siempre pasa los mismo, se que le queda bárbaro, pero se le notaba nerviosa ayer luego del almuerzo. La incertidumbre era por la fuerza de la levadura, después por el estado del horno. Cuando al final el exquisito olor inundo la casa, respiramos aliviados, el tributo ancestral del pan enriquecido con frutas era una realidad gracias a la Vieja.
Ahora el clima es agradable, o quizás sean los litros de agua que se usaron para refrescar las veredas, los patios, donde se alistó bajo la tupida parra una larga mesa solo cubierta con un simple mantel y muchas sillas. Las ocuparán los invitados y la llegada constante de vecinos, en un interminable ir y venir. Ahí se traerá algo a la manera de ofrenda. Este unas sidras y el turrón, otro un salpicón de pollo, Mamá lo dulce y su etérea pascualina, un pariente del campo un trozo de cerdo asado y picado, los anfitriones sándwiches más la pizza casera. No faltaran las aceitunas argentinas, el matambre arrollado, la cerveza, la espinillar, el “vermucito” de la tía vieja, el budín ingles, a veces y de Gualeguaychú el whisky Old Smuggler, toda una ironía. No hay cuchillos ni tenedores, es de picoteo, cada uno se sentará donde quiera, es la más bella reunión de trabadores medios. Falta la suntuosidad sobra alegría. Habrá chistes, cuentos, espontaneidad, se cantará también en italiano en recuerdo de los Mayores. Se hablará casi en código de política y hasta con ironía del Año de la Orientalidad.
Todos los años pasa lo mismo. A las doce el saludo, el brindis por los presentes, por los ausentes y la mesa se seguirá agrandando. Llegan los de al lado, con guitarra y acordeón. Justo cuando los cantos son más desafinados cae la prima para presentar su primer novio, ¡que presentación macho, te acordarás para toda la vida! Habrá tiempo más tarde para ir a saludar a colindantes. Me acuerdo de la última vez, cuando fuimos a darle una serenata al camionero. Ejecutando ollas, tapas y demás útiles del menaje casero como instrumentos, alguien perdió un cuchillo pero a la dueña no se le dijo nada. Suerte, a la mañana siguiente mi Tío, temprano lo encontró, nos salvamos del reto de los mayores.
Alguien me grita algo pero no puedo distraerme quiero llegar. Papá impaciente esta en la puerta esperándome, me dice que me esperan. Dejo la bici a un costado y mientras voy al encuentro de la familia en el tocadiscos Los Wawanco, cantan: “que ya nacerá el niñito/ y a todos bendecirá/ nochebuena en mi pueblito/ que viva la navidad”
Con mis mejores deseos, Felicidades.
Publicado en Semanario Entrega 2000 el dia 26.12.08 en la sección Las Recetas de Marcos Ruella.