En cualquier transacción comercial de un inmueble nadie da un cobre por
ella, los vendedores la ignoran olímpicamente. En ese negocio tiene importancia
la ubicación del bien, la disposición de la casa y sus habitaciones, el barrio,
sus accesos, lo tangible. Aunque es una estructura visible, nadie le presta
atención.
Podrá ser un accesorio de costo
desechable aunque si la escuchamos con atención mucho nos dice. Hay mil
historias, anécdotas, alegrías y tristezas, como aquella vez…
Cuando las uvas estaban pintonas Jaime mi
suegro, un domingo hacía vino y en mi condición de novio ayudaba. Se cortaba la
fruta, se pisaba, se pasaba a un tanque de dolmenit y a ojo el dueño de casa le
echaba azúcar. La cuba permanecía en un viejo galpón de hormigón, por lo tanto
el mosto fermentaba a temperatura inadecuada. A su tiempo se lavaban las
botellas, se trasegaba el jugo fermentado, muchos de estos recipientes se
exponían al sol. Eso técnicamente ¿era vino? No importa, era natural, no tenía
químicos y lo habíamos hecho entre nosotros, claro tenia mil defectos. Eso no
era lo peor, invitábamos a los amigos y la cara al primer sorbo lo decía todo.
Como fuera estábamos convencidos nuestros caldos eran los mejores y no salían
perfectos por no disponer de barricas. Esto duró varios años, seis para ser más
exactos hasta que me casé y pegué el grito de Ipiranga. ¿Jaime quiere tomar
vino? Pues a partir de ahora lo vamos a comprar. Y así fue, en los almuerzos
domingueros la selección quedó a mi cargo. Las botellas, el tanque, los caños
quedaron guardados, a veces los encuentro y me da pena desprenderme de ellos.
Los parrales son los últimos
vestigios de otros tiempos. En aquellas viejas casas con amplio terreno donde se
encontraban frutales, quinta y gallinero se elaboraba de todo: conservas,
salsas y vino. El tiempo pasó, nuestros Viejos se hicieron mayores, al igual
que los árboles, los que paulatinamente se cortaron, se faenaron las gallinas y
los almácigos fueron tapados por el césped que hoy luce bien cortado. Muchos
hijos construyeron en el fondo del fondo, su casa y el espacio se achicó, la
parra se salvó. Soportó temporales, como en el 2005, malos podadores que
mutilan en el menguante de agosto, hormigas, no requiere riego con que llueva
alcanza y no precisa de curaciones.
En ella mi Suegro colgó una
hamaca luego de fabricarla, para mecer a su nieta y de ahí la niña se cayó. Un
yeso arregló la pequeña fisura y acá no pasó nada.
Bajo ella cenamos en verano y
en la fiesta de fin año cuando viene toda la familia, hubo además mil reuniones
siempre celebrando. Nuestros mayores matearon ahí al descansar después de la
jornada laboral; en mi casa paterna se hacía la picada previa al asado
dominguero bajo aquel techo de uvas blancas semillona de grano chico, la
chinche o frutilla y una moscatel que se vivía apestando. Mi progenitor en su
condición de herrero fue comprando en remates, sólidos hierros con el cual armó
un parral alto por que así debía ser para un buen desarrollo de las plantas. A
diferencia de la casa natal de mi Señora, donde es baja; no importa en las dos
y en todas la sombra es impagable. Se disfruta. En el desayuno, leyendo en días
de calor o en la siesta del domingo en la hamaca de jardín en seguida de un
rico asado.
Hoy, tengo mucha uva. Los
abuelos de mi esposa habrían producido su “vishnik”, esto es introducían granos
de uva en una damajuana y le sumaban azúcar, cubrían el pico con gasa y dejaban
fermentar; al cabo de unos días filtraban y ese licor se bebía como vino ritual
en las grandes celebraciones judías. Ahora mi Señora e Hija hicieron Humentash.
Con Hernan cortamos y la regalamos a los vecinos de la cuadra, a los conocidos
de toda la vida y a los nuevos; aún así tengo mucha fruta ¿Qué hago con ella?
Justo cuando mi Madre me comenta: - no sabes el dulce de uva que hizo Aldo. Aldo
Justet es un vecino doloreño, a semejanza de un familiar, el primero en ayudar,
presto al mandado, al consejo oportuno, como un boy scout; siempre atento. - ¿Y
tenés la receta? le respondo, claro. Aquí expongo la fórmula del amigo:
DULCE DE UVA
Ingredientes: uvas, 700
gramos de azúcar por kilo de hollejo y jugo obtenido de
la parte interior de la fruta.
Preparación: se lava la fruta y se separan los granos sacando los
hollejos de cada grano, guardándolos. Se hierve la parte interior de la uva
hasta que las semillas se separen bien. Se cuela y al jugo se le agregan los
hollejos. Se hierven jugo y hollejos hasta que estén tiernos. Se agrega el
azúcar y se dejar hervir hasta que quede a punto
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