domingo, 18 de mayo de 2025

 

LA VIEJA PARRA

 

   En cualquier transacción comercial de un inmueble nadie da un cobre por ella, los vendedores la ignoran olímpicamente. En ese negocio tiene importancia la ubicación del bien, la disposición de la casa, sus habitaciones, el barrio, sus accesos, lo tangible. Aunque es una estructura visible, nadie le presta atención.

   Podrá ser un accesorio de costo desechable, aunque si la escuchamos con atención mucho nos dice. Hay mil historias, anécdotas, alegrías y tristezas, como aquella vez…

   Cuando las uvas estaban pintonas Jaime mi suegro, un domingo hacía vino y en mi condición de novio ayudaba. Se cortaba la fruta, se pisaba, se pasaba a un tanque de dolmenit y a ojo el dueño de casa le echaba azúcar. La cuba permanecía en un viejo galpón de hormigón, por lo tanto, el mosto fermentaba a temperatura inadecuada. A su tiempo se lavaban las botellas, se trasegaba el jugo fermentado, muchos de estos recipientes se exponían al sol. Eso técnicamente ¿era vino? No importa, era natural, no tenía químicos y lo habíamos hecho entre nosotros, claro tenía mil defectos. No era lo peor, invitábamos a los amigos y la cara al primer sorbo lo decía todo. Como fuera estábamos convencidos: nuestros caldos eran los mejores y no salían perfectos por no disponer de barricas. Esto duró varios años, seis para ser más exactos hasta que me casé y pegué el Grito de Asencio. ¿Jaime quiere tomar vino? Pues a partir de ahora lo vamos a comprar. Y así fue, en los almuerzos domingueros la selección quedó a mi cargo. Las botellas, el tanque, los caños quedaron guardados, a veces los encuentro y me da pena desprenderme de ellos.

   Los parrales son los últimos vestigios de otros tiempos. En aquellas viejas casas con amplio terreno donde se encontraban frutales, quinta y gallinero se elaboraba de todo: conservas, salsas y vino. El tiempo pasó, nuestros Viejos se hicieron mayores, al igual que los árboles, los que paulatinamente se cortaron, se faenaron las gallinas y los almácigos fueron tapados por el césped que hoy luce bien cortado. Muchos hijos construyeron en el fondo, su casa y el espacio se achicó, la parra se salvó. Soportó temporales, como en el 2005, malos podadores que mutilan en el menguante de agosto, las hormigas, no requiere riego con que llueva alcanza y no precisa de curaciones.

   En ella mi Suegro colgó una hamaca luego de fabricarla, para mecer a su nieta y de ahí la niña se cayó. Un yeso arregló la pequeña fisura y acá no pasó nada.

   Bajo ella cenamos en verano y en la fiesta de fin año cuando viene toda la familia, hubo además mil reuniones siempre celebrando. Nuestros mayores matearon ahí al descansar después de la jornada laboral; en mi casa paterna se hacía la picada previa al asado dominguero bajo aquel techo de uvas blancas “semillona” de grano chico, la chinche o frutilla y moscatel que se vivía apestando. Mi progenitor en su condición de herrero fue comprando en remates, sólidos hierros con el cual armó un parral alto porque así debía ser para un buen desarrollo de las plantas. A diferencia de la casa natal de mi Señora, donde es baja; no importa, la sombra es impagable. Se disfruta. En el desayuno, leyendo en días de calor o en la siesta del domingo en la hamaca de jardín en seguida de un rico asado. De hecho, esta columna fue redactada ahí.

  Hoy, tengo mucha uva. Los abuelos de mi esposa habrían producido su “vishnik”, esto es introducían granos de uva en damajuanas y le sumaban azúcar, cubrían el pico con gasa y dejaban fermentar; al cabo de unos días filtraban y ese licor se bebía como vino ritual en las grandes celebraciones judías.

   Originalmente el vishnik en la Europa del Norte se hace a partir de cerezas, pero en Uruguay, se adaptó y tomó lo que abundaba: uva.

 

 

   Ahora mi Señora e Hija hicieron Humentash u Orejas de Haman.  Con Hernan cortamos y la regalamos a los vecinos de la cuadra, a los conocidos de toda la vida y a los nuevos; aun así, tengo mucha fruta

   Esto pasó hace unos años. ¿Qué hago con ellas? Justo cuando mi Madre me comenta: - no sabes el dulce de uva que hizo Aldo. Aldo Justet es un vecino doloreño, a semejanza de un familiar, el primero en ayudar, presto al mandado, al consejo oportuno, como un boy scout; siempre atento. - ¿Y tenés la receta? le respondo, claro. Aquí expongo la fórmula del amigo:

 

DULCE DE UVA

 

Ingredientes: uvas, 700 gramos de azúcar por kilo de hollejo, pulpa y jugo de la fruta.

Preparación: se lava la fruta y se separan los granos sacando los hollejos de cada grano, guardándolos. Se hierve la parte interior de la uva hasta que las semillas se separen bien. Se cuela y al jugo se le agregan los hollejos. Se hierven jugo y hollejos hasta que estén tiernos. Se agrega el azúcar y se dejar hervir hasta que quede a punto. Luego se guardará en frascos y se pasteuriza. Que se disfrute.

 

 

Columna emitida en el programa Abrazo País, CX 4 Radio Rural, el 27 de enero de 2024, originalmente de Las Recetas de Marcos Ruella, Semanario Entrega 2000.

 

 

lunes, 14 de abril de 2025

 

RESACA QUE ME HICISTES MAL Y SIN EMBARGO TE QUIERO

 

   Permítame antes de la columna, ya en el final del año, una reseña y agradecimientos.

Con la presente nota, son 42, sobre la cocina y su mundo, ofrecí información y opinión. Usted en definitiva es quien valora el trabajo. Por todo eso es necesario varios reconocimientos.

   El primer brindis por mi familia, lo más divino. Los que siempre están, apoyan, aportan, critican y sugieren.

   El segundo brindis: a toda la gente que hace esta radio. Al operador, a los administrativos, dirección y demás compañeros al frente de los distintos programas. Salud buena gente. Son imprescindibles.

   Otra vuelta, muy especialmente la gratitud: a Milagros Herrera. Tuviste la idea de este espacio y lo pusiste en práctica. Tocaste campana de salida, revoleé el poncho, me acomodé en esto de salir al aire, fuiste mi apadrinadora y hoy cierro la vuelta inicial. Nuevamente gracias por la motivación, el espacio y el consejo. Si la audiencia y los anunciantes así lo quieren, vuelvo después de las vacaciones.

  El tiempo para recuperarnos de muchos brindis. La resaca, ósea el exceso de alcohol produce malestar y siempre culpamos a la última copa, no la del tango cantado por el gran Carlitos Gardel cuyo motivo era amoroso. No, la postrera brindando hace poquito, ayer quizás.

   A esta altura del año ya tenemos destilado en nuestro hígado, varios vasos de espirituosas bebidas. Todo comenzó en octubre, con la excusa vana de hagamos una despedida ahora porque después sobre fin de año se complica organizar un día de festejo. No volvimos a encontrar en noviembre y también en diciembre, claro, en el último mes, no hubo semana libre, estamos de turno.

   Comidas de fin de años, con compañeros de trabajo, la barra del futbol, los amigos de la pesca, los muchachos del depósito y la más contrapuesta la de gimnasia. Todo el año nos matamos haciendo ejercicios de fuerza, cardio, de agilidad, de coordinación para bajar kilos rebeldes y ganar calidad de vida; hasta recibimos consejos de comida saludable que se desconocen en la cena de fin de año donde devoramos hamburguesas con panceta, huevo frito, queso cheddar y papas fritas enchumbadas en aceite y mucha bebida alcohólica. ¿Eso es la reunión de un grupo de gente saludable?

  La idea es noble, juntarnos a despedir el año, brindar por lo alcanzado y anhelar un futuro mejor, pero a medida que avanza diciembre, comprobamos una vez más: a noches alegres mañanas tristes.

   La resaca que en otras partes le dicen cruda, goma, guayabo, ratón, chaqui o goya, su duración está determinada por dos cosas: la edad y que tan tonto fuiste la noche anterior. Cuando eras un pibe, a los veinte años, es un simple problema en tu día. Una lavada de cara, un café fuerte, mucho mate y pronto a mediodía para jugar en la cancha. A los treinta, tu pareja la primera vez te da ánimo, te consuela, a la décima te advierte la próxima dormís afuera. A los cincuenta, intentas echarle la culpa al whisky, que es paraguayo y te das cuenta, el padecimiento, que algo en tu anatomía cambió.  

A lo sesenta necesitás tres días, con sus noches, es un calvario. Sos la versión humana de un camión fundido. El radiador no enfría, te hace ruido la amortiguación, la alineación horrible y el aceite no lubrica. Para colmo el trasplante de hígado sale más caro que alimentar un burro a galletitas.

 Yo entiendo que es súper canchera la frase de Frank Sinatra: “el alcohol puede ser el peor enemigo del hombre, pero la Biblia dice que ames a tu enemigo”. Por cierto, el excelente cantante vaya si obedeció a la biblia, en nuestra humanidad es otra historia. La copa de alcohol de su agrado luego de ingresar al cuerpo sufrirá una serie de procesos químicos, otra destilación más. El etanol se irá descomponiendo en derivados eliminándose en forma de agua y otros subproductos y será el hígado el que sufrirá las consecuencias de tan arduo trabajo.

  Por si fuera poco, otro problema. Antes las resacas las padecía el fiestero, estoicamente la familia hacia el aguante y el patrón soporta lo justo y necesario. A lo sumo los compañeros te tomaban el pelo unos días. Hasta el “súbalo ya”, o sea el sacar fotos o video e inmediatamente navegando en redes sociales. Te quieres morir. No podés entender, subiste a esa mesa a bailar sin camisa.  En eso no hay vuelta atrás. Mientras Facebook e Instagram sean rentables, tus malos tragos estarán para regocijo de amigos y enemigos. O sea, las resacas de antes eran más sanas ahora con las redes se sufre eternamente.

   ¿Y cuál es la cura? Lamento decirlo: es igual a la Iglesia de Villa Soriano, 400 años de fundada y no tiene cura. La tradición oral divulga una serie de remedios paliativos. Desde tomar leche, variados té de yuyos, comer fruta, café negro y seguro más fórmulas.

   El alcohol es un diurético, lo que significa que te hace orinar más. Entonces en la medida que recomponemos el balance con agua, tiempo y descanso, la mejor medicina.

En mi caso, al levantarme me tomo un vaso de agua y un jugo natural de naranja recién exprimido y me ayuda bastante. Reitero, es mi caso. A muchísimas personas el jugo de naranja los irrita y les causa otros problemas intestinales. Siempre digo: no soy ni medico ni nutricionista. Casos severos de malestar deben ser consultados al profesional correspondiente.

   A favor de nuestra calidad de vida, dos medidas más. En la fiesta entre trago y trago de alcohol un buen sorbo de agua. Tengamos presente, en un servicio formal en la mesa, hay varias copas, la más grande es para el agua. Por algo es así.

   Segundo: llegar a la reunión bien hidratado. Parece obvio ¿cuantas veces llegamos a la reunión, a final de jornada, cansados, con sed y de apurado nomas, nos mandamos el primer vaso que se nos cruzó? El cuerpo asume que es un líquido, lo toma rápidamente pero no es agua y es el principio del fin.

   Ya el maestro argentino Jaime Dávalos, autor de la letra en la Cueca del Arenal, entre líneas dice que la sed no se apaga con vino.

   Recordando algún texto del escritor Camilo Jose Cela, se me ocurre, ninguna historia de resaca tiene final feliz. Al no ponerle fin a tiempo, quizás la antesala fue dulce, pero al final es cruel.

   Le deseo a usted y familia, que el 2024 sea bueno y dulce, salud sin resaca.

 

 

Columna emitida en el programa Abrazo País, CX 4 Radio Rural, el 30 de diciembre de 2023.

lunes, 24 de marzo de 2025

 

EL PAN DEL LITORAL


   A paso cansino el carro subía el repecho de Las Toronjas en ruta 96 rumbo a las casas, había dejado en Dolores cuatro fardos de lanas. Con los pesos fuertes que le dio el barraquero, compró alambre, chapas de zinc, unos metros de tela para regalarle a la patrona, bien se merecía un nuevo vestido para las fiestas de fin año y en el almacén de ramos generales levanto el surtido para quince días. En el barraquero cargó cuatro teleras de curupay. La última parada en el pueblo fue en la panadería Sureña; ahí pagó por unas cuantas teleras que estaban tostaditas como le gusta y unos bollos para los gurises.

   Ahora el hombre siente el calor del mediodía, el tiempo y la fecha le indica que dentro de poco tendrá que trillar el trigo, cuando una de las teleras del carro se partió.

   Ni se inmutó. Detuvo a las bestias, bajó y con un alambre trabó las maderas, hasta las casas seguro aguantaba la reparación. Antes de subirse, del saco blanco, resguardando el pan, le hizo un mocho a la telera panzona. Prosiguió su marcha, pero mordiendo el coquito del pan.

   Si no se aburrió del anterior fragmento, que bien podría ser un cuento de nuestra campaña, seguro notó que la referencia es a la telera, las de madera y las de harina. Sobre eso, si me sigue, le cuento.    

   Fabricadas en madera dura, lapacho o curupay,” son fuertes listones que en número de cuatro o cinco van debajo del suelo del carro y rebasan los limones por lo que sustentan la caja y dan cohesión al pértigo”. Aclaro el “Limón son maderos en número de dos, va paralelo a la viga del carro y que forma la base de la caja”.

   Existe un uso más de estas piezas de madera. Roberto Bouton en su trabajo La Vida Rural en el Uruguay, impreso en Montevideo en 1961, afirma sobre la telera: “travesaño que sujeta al dental a la cama del arado o al timón del mismo”, o sea, es una parte del arado.

  En mi búsqueda bibliográfica las mayorías de las citas de teleras, son para uso en carruajes, el aporte de Bouton es novedoso y único en mi búsqueda. Aunque es un término de vieja data en nuestro país. Tengo constancias en dos publicaciones. En el

Diario de la Chacra del presbítero Dámaso Antonio Larrañaga en 1818 y se da cuenta en el periódico Palabra Libre de Mercedes, Soriano, del sábado 8 de agosto de 1885, la balandra Magdalena procedente de Montevideo, descargó en el puerto capital de Soriano 20 teleras de lapacho.

   La otra telera, la más rica, es producida en panaderías, es riquísima y me trae infinidad de recuerdos. De forma alargada, pesando entre 200 y 400 gramos, aunque antiguamente se hacían de mayor peso. Puede tener una greña o corte superior de extremo a extremo por su eje central o entre dos y cuatro greñas oblicuas al eje central y paralelas entre sí. Este pan fue muy consumido en el litoral uruguayo, hay citas desde Juan Lacaze hasta Paysandú y lo disfruté muchísimo en la década del 70 en Dolores. En la actualidad ya es raro y son pocos los establecimientos que lo elaboran con ese nombre. En cuanto a su denominación en el resto del país, se lo cita como pan flauta.

  Otra singularidad, a nivel mundial esta pieza de panificado es poco conocida. Solo se produce en México, República Dominicana y en España se lo cita desde el siglo XVII, aunque ahí puede tomar otras formas.  

   Para esta columna, consulté a la Sra Adriana Mazolini, directora de Panadería Sureña en Dolores, sobre el tema nos cuenta: “es un pan sano, se hace con la misma masa del pan francés (en Montevideo se le dice pan porteño), harina, agua, sal y levadura. Al maestro panadero desde que moja la harina y lo cocina, le insume entre tres y cuatro horas la producción. Nosotros todavía lo hacemos en un horno de leña, somos de los pocos que lo venimos haciendo porque cocinarlo en el piso del horno, le da otro sabor.  Fue un pan muy habitual en la dieta diaria, lamentablemente al día de la fecha bajó el consumo de este y de los demás panes, lo que de alguna manera pone un interrogante sobre la viabilidad del sector en el mediano plazo. Nosotros somos la tercera generación al frente del negocio y estimamos que esta panadería fue fundada hace 90 años”.   

  Al respecto debemos innovar y un dato no es inocente, para mi fundamental. Casi al mismo pan, en alto porcentaje del territorio le decimos pan flauta y en el litoral: telera.  Solo esto, desde el punto de vista de la riqueza del lenguaje es valioso y sigo.

   Si bien somos un país pequeño, ubicada la mayor parte de la población en su área metropolitana, existen platos y cultura que demuestran diversidad gastronómica que debemos urgentemente potenciar al tiempo de defender los regionalismos: ejemplo la telera.

  Hay un público que, si le dan mejores condiciones de seguridad más buenas manufacturas ejemplo pan, en gastronomía esmerada, pueden llegar a movilizar la economía. Claro, sería conveniente que Argentina se ordenara para su gloria y la nuestra, rentas agradecidas.  

  El pan telera es un producto palpable, muy rico, parte del patrimonio intangible de Uruguay. Un alimento sano y partícipe en muchísimas vivencias. Como otros panificados: las galletas Salteñitas en Salto, la galleta de Merino, los bollos del Litoral, los sarnosos de Rocha, el pan Marsellés. Todo eso es de acá, nos identifica. Exponente digno de mostrar para gloria de locales y extranjeros. Necesita mayor valor, defendiendo el trabajo local.

   Lo dice el viejo refrán: “pan de trigo, leña de encina y vino, sustentan la casa”.

 

 

Columna emitida en el programa Abrazo País, CX 4 Radio Rural, el 16 de diciembre de 2023.







domingo, 23 de marzo de 2025

 

COMO UN SUSPIRO

 

   “Vengan, estoy probando las estrellas” esta frase se le atribuye al cura francés Dom Pierre Pérignon. Esa expresión exaltada y alegre, fue cuando bebió champagne, un 4 de agosto de 1668. Muchos dicen el monje sería quien descubrió la bebida gasificada naturalmente, otros lo niegan y la fecha es puesta en duda por mucha gente. Como fuera, el hombre se lleva el mérito y su apellido es etiqueta de tradicional bodega francesa muy famosa. Difícil haya cobrado el sacerdote derecho de imagen.

    En el mundo de las bebidas, una sola es sinónimo de fiesta, alegría, fantasía y elegancia: el champagne, ese vino espumoso tiene otra cualidad importante, la de contar con suficiente flexibilidad como para acompañar diversos platos en comida tradicional, sin desentonar, desde el principio al fin.

   Es conveniente establecer que el término “champagne” es denominación de origen, hace referencia a un área geográfica específica; está protegida, controlada y reconocida internacionalmente, por eso acatando este Acuerdo esta bebida toma distintos nombres según el país, a saber: en España se le dice cava, en Italia lo pueden denominar prosecco y en Alemania, sekt. En Uruguay desde el año 1993 se acordó respetar las Denominaciones de Origen prohibiéndose el uso del nombre Champagne pasando estos vinos a denominarse espumosos naturales (método tradicional).

    En Francia, su lugar de origen y por lo dicho el único autorizado a usar este nombre, siempre y cuando el producto sea elaborado bajo ciertas normas en la zona geográfica situada entre los paralelos 48 y 49, a unos 200 kilómetros al noreste de París, en la región cerca de Reims y Epernay, ahí la uva madura muy lentamente con veranos fríos, donde es difícil alcanzar la madurez completa y utilizan tres tipos de cepas: Chardonnay, Pinot Noir y Pinot Meunier.

   El “método champenoise” consiste en lograr las burbujas por medio de segunda fermentación en la botella de vino y su descubrimiento se le atribuye al monje benedictino Domingo Pérignon quien formuló el sistema en 1668, método utilizado en la actualidad por muchísimos países vitivinícolas. Aunque lo dije al principio, dato en discusión

    Este vino espumoso se clasifica por categorías según su nivel de dulzor. Ejemplo, uno seco puede ser Extra Brut, o Brut. Moderadamente dulce el demi sec y en el extremo dulce el Dux (Doux)

  No le extrañe ni rechace si le sirven copa de Brut, tiene poca azúcar, sentirá la efervescencia y la acidez, gran virtud como compañero de muchos platos. Al momento de lo dulce un demi sec es un maridaje más atractivo. De cualquier forma, lo expresado es lo que yo siento y me agrada, porque sobre gustos y colores no han escrito los autores.

   No se usted, a mí me dio sed y gracias al trabajo de uruguayos, copa en mano, podemos acceder a excelentes productos locales en relación calidad precio muy buena para todos. Si me apura, tengo tres preferidos, voy con dos: lo que embotellan las bodegas Pizzorno y Varela Zarranz, pero estoy abierto a probar otras opciones.

   Lo novedoso viene del trabajo de los hermanos Pisano en su bodega de Progreso. Estos locos lindos, innovaron y con la uva Tannat hicieron un espumoso. Si, con la Tannat, que prodigiosos tintos entrega, insignia de este país en cuanto a vinos, esta familia la vendimia, la hacen fermentar dos veces, la embotella y la vende. Ud. desconfiado me puede desafiar, ¿me vas a decir que en un asado se toma espumoso del tannat? Yo también en este punto era incrédulo, en la cena festiva de un 31 de diciembre, lo disfrutamos en familia con un asado donde la sacrosanta vaca nacional entregó todos los cortes posibles. El espumoso de Pisano, estuvo a la altura y junto a la carne de la noble pradera nacional, se lucieron. Dígale a cualquier extranjero, esta combinación de altísima calidad, solo es posible en: Uruguay. Y tanto pagarás la botella 1000 pesos y algo. O sea, la relación calidad precio es ideal.

   Tenga en cuenta un Don Pérignon, va a tener que desembolsar 20.000 pesos en algunos mostradores uruguayos. Hágame caso, a ojos cerrados, dese un buen gusto y hágase de un Espumoso de la bodega Pisano.

   Este sensacional vino, exótico, sabroso hubiera hecho las delicias de Napoleón Bonaparte, quien expreso: No podría vivir sin champagne, en la victoria lo merezco y en la derrota lo necesito.

   Para tomarlo lo enfriará, congelado no. Necesitará de un balde de metal con abundante hielo y agua que llegue hasta el cuello de la botella o la coloca un par de horas en la heladera, en la parte menos fría, nunca en el congelador.  

   Al descorchar las botellas, deje la teatralidad de hacerlo con ruido, porque significa pérdida brusca de gas carbónico, el cual da el carácter espumoso a ese vino. Menos apuntar con la misma a los que nos rodean ni a nuestra humanidad, un corchazo es peligroso.   

   La botella se abrirá: sujetándola con la mano izquierda, ligeramente inclinada y con la otra mano aflojará el tapón al tiempo que lo sostiene, dándole un giro al mismo, siempre en el mismo sentido para no romperlo. En definitiva, dice Jackson en su libro: “las botellas de champaña deberían abrirse y sonar como si de un suspiro de mujer se tratase”.

 

Columna emitida en el programa Abrazo País, CX 4 Radio Rural, el 9 de diciembre de 2023.

domingo, 16 de marzo de 2025

 

COSA SERIA LA JODA DE FIN DE AÑO

 

   A esta altura del año, en la fértil y ondulada llanura uruguaya, las complicaciones están de turno. Los proveedores no entregan en forma. El cliente lo quiere ayer. El que iba a pagar lo hará después del 25. Hay que hacer caja para el aguinaldo y licencias. La guardia de enero. La fiesta de la escuela de los nenes y sumando más stress a la cosa, ¡¡¡la comida laboral de fin de año!!! Debería ser algo fácil pero mil enredos suceden; por estos personajes es única, los analizamos.

 

   El agarrado. Quiere comer lomo vacuno de Angus criado en feedlot, guarnición salsa y postre. Tomar vino de 1000 pesos la botella, con cubiertos de oro o al menos plata inglesa; o que Dios se apiade de él, cubiertos de platina, cristalería alemana y loza Limoges y por todo eso, pagar 500 mangos de ticket. Devoto de la Virgen del Codo.

 

   El desorejado. Según él consigue la carne más barata, la leña se la regala un pariente, las bebidas fuertes las obtiene en la feria y continua. Aunque el puntilloso, le vive señalando que debe concretar, a tres días de la reunión, no tiene nada. Siempre alguien lo ayuda y lo salva.

 

   El comodín. Salva al desorejado, aguanta al puntilloso, se hace cargo de la parrilla cuando el asador se emborracha, corta, sirve, limpia y ordena. Está pendiente de todo, es imprescindible, nadie se lo reconoce, obvio el que menos disfruta. Más bueno que la perra Lassie atada.

 

   El puntilloso. A cargo del presupuesto, lleva en orden las finanzas, cobra los tickets, tiene cambio y una lista para que no falte nada. El más formal, durito como perro en bote. Poco amante de las bromas.

 

   El cantor frustrado. Soñó llenar estadios, ir a todos los festivales del interior y cerrarlos con su canto, pero no se animó a ir a ningún concurso de cantores. Se toma dos copas y agarra a cantar: “Granada tierra soñada por mi” o peor se cree Eustaquio Sosa y le erra al tono. Hace mil años que le conocemos su cancionero. Aplauso de compromiso y seguimos picando chorizos

 

   El alunado. Cualquier motivo le sirve, o los chorizos no son de la marca que a él le gusta, o justo alguien le comió el pedazo de churrasco que había mirado cuando en la parrilla hay 30 kilos de vacío de vaca Hereford, cuya vida placentera fue en pradera de Durazno. Se termina yendo temprano.

 

   Las pirañas. Comen todo y de todo, mejor dicho arrasan. Advertencia: una comida de fin de año no es como el juego de las damas donde es obligatorio comer.

 

   El desubicado. Veterano que después de haber comido, bebido y transpirado, convence a los compañeros recién ingresados, guachos de 20 años, para ir a los boliches juveniles. Si, así como está arranca. El patovica se rasca la cabeza al verlo caer. No sabe si impedirle el paso o ponerse a llorar con los guachos. Entra al baile y empieza a los gritos: che, no se ve nada, no se podrá hablar con él que pasa los discos que baje el volumen. A los 30 minutos se va a la casa

 

   Sal fina porque está en todas las “comidas”. Se especializa en detectar e intenta persuadir a los recién ingresados, que la organización 40 años atrás era mejor, que antes si se hacían las cosas bien, que el mundo era perfecto. Hay que sacarle el whisky y decirle que los padres de esos chicos, cuando el ingresó a trabajar iban a la escuela.

 

   Los cachorros. Guachos que vienen a la comida, pican algo, se ríen del atuendo del gerente, tampoco le festejan los chistes. Por lo general suben a las redes fotos del encuentro, nadie se salva de salir mal parado. Quien pudiera tener su actitud.

 

   Los figurines. El código de vestimenta indica ropa cómoda, informal, estamos entre compañeros y aparece él, vestido con la ropa oficial de la selección uruguaya; se le nota el vientre. Bielsa no lo va a citar, le decimos que le queda pintada: es el gerente. Ni acordarse del veterano recién divorciado. Fue a una tienda de ropa juvenil y se compró todo. No sabemos cómo le entraron los pantalones chupines, menos idea tenemos de qué forma se sacará la remera y los championes fluo lo delatan de lejos. Le queda bien, al hijo. Ahí hubo mala información. 

 

   Los infaltables. Cae en el medio de la comida con político de turno haciendo campaña. O el que dice que conoce a tal o cual famoso cantante que son como hermanos y que lo va a llevar a la fiesta, de garrón obvio y nunca lo trae. Los tortolitos, que se ennoviaron en la oficina, recién arreglados. Comen aparte, él la agasaja, se ríen entre ellos, están en otra. Extraña fauna.

 

   Los caraduras. Son los primeros en decir que van ayudar, pero ingresan a la reunión con la picada encaminada y se van media hora antes de terminar. El armado del salón y limpieza a cargo de los giles de siempre. Cobrarles el ticket es imposible como encontrar a jubilado prestamista.

 

   Irremediablemente, todos los años pasa lo mismo. Que vamos a cambiar el menú, por algo sano y sin complicaciones, sabemos, eso es difícil, como cumplir las promesas electorales. También juramos que a esas comidas no iremos más, que fue la última, que hay que reconocer a la patrona que se pierde el tiempo.

   Eternamente sucede lo mismo. el próximo octubre preguntaremos ¿che, este año, cuando se hace la comida?

Columna emitida en el programa Abrazo País, CX 4 Radio Rural, el 2 de diciembre de 2023.