COSA SERIA LA JODA DE FIN DE AÑO
A esta altura del año, en la fértil
y ondulada llanura uruguaya, las complicaciones están de turno. Los proveedores
no entregan en forma. El cliente lo quiere ayer. El que iba a pagar lo hará
después del 25. Hay que hacer caja para el aguinaldo y licencias. La guardia de enero. La fiesta de la escuela de los nenes y sumando más stress a la cosa,
¡¡¡la comida laboral de fin de año!!! Debería ser algo fácil pero mil enredos
suceden; por estos personajes es única, los analizamos.
El agarrado. Quiere comer lomo vacuno de Angus
criado en feedlot,
guarnición salsa y postre. Tomar vino de 1000 pesos la botella, con cubiertos
de oro o al menos plata inglesa; o que Dios se apiade de él, cubiertos de
platina, cristalería alemana y loza Limoges y por todo eso, pagar 500 mangos de
ticket. Devoto de la Virgen del Codo.
El desorejado. Según él consigue la carne
más barata, la leña se la regala un pariente, las bebidas fuertes las obtiene
en la feria y continua. Aunque el puntilloso, le vive señalando que debe
concretar, a tres días de la reunión, no tiene nada. Siempre alguien lo ayuda y
lo salva.
El comodín. Salva al desorejado, aguanta al
puntilloso, se hace cargo de la parrilla cuando el asador se emborracha, corta,
sirve, limpia y ordena. Está pendiente de todo, es imprescindible, nadie se lo
reconoce, obvio el que menos disfruta. Más bueno que la perra Lassie atada.
El puntilloso. A cargo del presupuesto, lleva
en orden las finanzas, cobra los tickets, tiene cambio y una lista para que no
falte nada. El más formal, durito como perro en bote. Poco amante de las
bromas.
El cantor frustrado. Soñó llenar estadios,
ir a todos los festivales del interior y cerrarlos con su canto, pero no se
animó a ir a ningún concurso de cantores. Se toma dos copas y agarra a cantar:
“Granada tierra soñada por mi” o peor se cree Eustaquio Sosa y le erra al tono.
Hace mil años que le conocemos su cancionero. Aplauso de compromiso y seguimos
picando chorizos
El alunado. Cualquier motivo le sirve, o los
chorizos no son de la marca que a él le gusta, o justo alguien le comió el
pedazo de churrasco que había mirado cuando en la parrilla hay 30 kilos de
vacío de vaca Hereford, cuya vida placentera fue en pradera de Durazno. Se
termina yendo temprano.
Las pirañas. Comen todo y de todo, mejor
dicho arrasan. Advertencia: una comida de fin de año no es como el juego de las
damas donde es obligatorio comer.
El
desubicado. Veterano que después de haber comido, bebido y transpirado, convence a los
compañeros recién ingresados, guachos de 20 años, para ir a los boliches
juveniles. Si, así como está arranca. El patovica se rasca la cabeza al verlo
caer. No sabe si impedirle el paso o ponerse a llorar con los guachos. Entra al
baile y empieza a los gritos: che, no se ve nada, no se podrá hablar con él
que pasa los discos que baje el volumen. A los 30
minutos se va a la casa
Sal fina porque está en todas las “comidas”.
Se especializa en detectar e intenta persuadir a los recién ingresados, que la
organización 40 años atrás era mejor, que antes si se hacían las cosas bien,
que el mundo era perfecto. Hay que sacarle el whisky y decirle que los padres
de esos chicos, cuando el ingresó a trabajar iban a la escuela.
Los cachorros. Guachos
que vienen a la comida, pican algo, se ríen del atuendo del gerente, tampoco le
festejan los chistes. Por lo general suben a las redes fotos del encuentro,
nadie se salva de salir mal parado. Quien pudiera tener su actitud.
Los figurines. El código de vestimenta indica ropa cómoda, informal,
estamos entre compañeros y aparece él, vestido con la ropa oficial de la
selección uruguaya; se le nota el vientre. Bielsa no lo va a citar, le decimos
que le queda pintada: es el gerente. Ni acordarse del veterano recién
divorciado. Fue a una tienda de ropa juvenil y se compró todo. No sabemos cómo
le entraron los pantalones chupines, menos idea tenemos de qué forma se sacará
la remera y los championes fluo lo delatan de lejos. Le queda bien, al hijo.
Ahí hubo mala información.
Los infaltables. Cae en el medio de la comida con político de turno
haciendo campaña. O el que dice que conoce a tal o cual famoso cantante que son
como hermanos y que lo va a llevar a la fiesta, de garrón obvio y nunca lo
trae. Los tortolitos, que se ennoviaron en la oficina, recién arreglados. Comen
aparte, él la agasaja, se ríen entre ellos, están en otra. Extraña fauna.
Los caraduras. Son los primeros en decir que
van ayudar, pero ingresan a la reunión con la picada encaminada y se van media
hora antes de terminar. El armado del salón y
limpieza a cargo de los giles de siempre. Cobrarles el ticket es imposible
como encontrar a jubilado prestamista.
Irremediablemente, todos los años pasa lo
mismo. Que vamos a cambiar el menú, por algo
sano y sin complicaciones, sabemos, eso es difícil, como cumplir las promesas
electorales. También juramos que a esas comidas no
iremos más, que fue la última, que hay que reconocer a la patrona que se pierde
el tiempo.
Eternamente sucede lo mismo. el próximo
octubre preguntaremos ¿che, este año, cuando se hace
la comida?
Columna emitida en el programa Abrazo País, CX
4 Radio Rural, el 2 de diciembre de 2023.
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