domingo, 16 de marzo de 2025

 

COSA SERIA LA JODA DE FIN DE AÑO

 

   A esta altura del año, en la fértil y ondulada llanura uruguaya, las complicaciones están de turno. Los proveedores no entregan en forma. El cliente lo quiere ayer. El que iba a pagar lo hará después del 25. Hay que hacer caja para el aguinaldo y licencias. La guardia de enero. La fiesta de la escuela de los nenes y sumando más stress a la cosa, ¡¡¡la comida laboral de fin de año!!! Debería ser algo fácil pero mil enredos suceden; por estos personajes es única, los analizamos.

 

   El agarrado. Quiere comer lomo vacuno de Angus criado en feedlot, guarnición salsa y postre. Tomar vino de 1000 pesos la botella, con cubiertos de oro o al menos plata inglesa; o que Dios se apiade de él, cubiertos de platina, cristalería alemana y loza Limoges y por todo eso, pagar 500 mangos de ticket. Devoto de la Virgen del Codo.

 

   El desorejado. Según él consigue la carne más barata, la leña se la regala un pariente, las bebidas fuertes las obtiene en la feria y continua. Aunque el puntilloso, le vive señalando que debe concretar, a tres días de la reunión, no tiene nada. Siempre alguien lo ayuda y lo salva.

 

   El comodín. Salva al desorejado, aguanta al puntilloso, se hace cargo de la parrilla cuando el asador se emborracha, corta, sirve, limpia y ordena. Está pendiente de todo, es imprescindible, nadie se lo reconoce, obvio el que menos disfruta. Más bueno que la perra Lassie atada.

 

   El puntilloso. A cargo del presupuesto, lleva en orden las finanzas, cobra los tickets, tiene cambio y una lista para que no falte nada. El más formal, durito como perro en bote. Poco amante de las bromas.

 

   El cantor frustrado. Soñó llenar estadios, ir a todos los festivales del interior y cerrarlos con su canto, pero no se animó a ir a ningún concurso de cantores. Se toma dos copas y agarra a cantar: “Granada tierra soñada por mi” o peor se cree Eustaquio Sosa y le erra al tono. Hace mil años que le conocemos su cancionero. Aplauso de compromiso y seguimos picando chorizos

 

   El alunado. Cualquier motivo le sirve, o los chorizos no son de la marca que a él le gusta, o justo alguien le comió el pedazo de churrasco que había mirado cuando en la parrilla hay 30 kilos de vacío de vaca Hereford, cuya vida placentera fue en pradera de Durazno. Se termina yendo temprano.

 

   Las pirañas. Comen todo y de todo, mejor dicho arrasan. Advertencia: una comida de fin de año no es como el juego de las damas donde es obligatorio comer.

 

   El desubicado. Veterano que después de haber comido, bebido y transpirado, convence a los compañeros recién ingresados, guachos de 20 años, para ir a los boliches juveniles. Si, así como está arranca. El patovica se rasca la cabeza al verlo caer. No sabe si impedirle el paso o ponerse a llorar con los guachos. Entra al baile y empieza a los gritos: che, no se ve nada, no se podrá hablar con él que pasa los discos que baje el volumen. A los 30 minutos se va a la casa

 

   Sal fina porque está en todas las “comidas”. Se especializa en detectar e intenta persuadir a los recién ingresados, que la organización 40 años atrás era mejor, que antes si se hacían las cosas bien, que el mundo era perfecto. Hay que sacarle el whisky y decirle que los padres de esos chicos, cuando el ingresó a trabajar iban a la escuela.

 

   Los cachorros. Guachos que vienen a la comida, pican algo, se ríen del atuendo del gerente, tampoco le festejan los chistes. Por lo general suben a las redes fotos del encuentro, nadie se salva de salir mal parado. Quien pudiera tener su actitud.

 

   Los figurines. El código de vestimenta indica ropa cómoda, informal, estamos entre compañeros y aparece él, vestido con la ropa oficial de la selección uruguaya; se le nota el vientre. Bielsa no lo va a citar, le decimos que le queda pintada: es el gerente. Ni acordarse del veterano recién divorciado. Fue a una tienda de ropa juvenil y se compró todo. No sabemos cómo le entraron los pantalones chupines, menos idea tenemos de qué forma se sacará la remera y los championes fluo lo delatan de lejos. Le queda bien, al hijo. Ahí hubo mala información. 

 

   Los infaltables. Cae en el medio de la comida con político de turno haciendo campaña. O el que dice que conoce a tal o cual famoso cantante que son como hermanos y que lo va a llevar a la fiesta, de garrón obvio y nunca lo trae. Los tortolitos, que se ennoviaron en la oficina, recién arreglados. Comen aparte, él la agasaja, se ríen entre ellos, están en otra. Extraña fauna.

 

   Los caraduras. Son los primeros en decir que van ayudar, pero ingresan a la reunión con la picada encaminada y se van media hora antes de terminar. El armado del salón y limpieza a cargo de los giles de siempre. Cobrarles el ticket es imposible como encontrar a jubilado prestamista.

 

   Irremediablemente, todos los años pasa lo mismo. Que vamos a cambiar el menú, por algo sano y sin complicaciones, sabemos, eso es difícil, como cumplir las promesas electorales. También juramos que a esas comidas no iremos más, que fue la última, que hay que reconocer a la patrona que se pierde el tiempo.

   Eternamente sucede lo mismo. el próximo octubre preguntaremos ¿che, este año, cuando se hace la comida?

Columna emitida en el programa Abrazo País, CX 4 Radio Rural, el 2 de diciembre de 2023.

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